lunes, 14 de febrero de 2011

Por la UPR, el Colegio y el País

Ni la ocupación policiaca del recinto de Río Piedras de la UPR es un asunto estrictamente policiaco, ni la encarcelación del presidente del Colegio de Abogados, Osvaldo Toledo, es un asunto estrictamente legal. En ambos casos se trata de operativos políticos que forman parte de la agenda destructiva del gobierno Fortuño-PNP. No quieren dejar piedra sobre piedra. Pretenden arrasar con todo, particularmente con las instituciones que le resultan amenazantes a sus propósitos anexionistas; pero no sólo anexionistas.

Si decimos que Fortuño, Rodríguez Ema, Rivera Schatz y otros tantos representan la extrema derecha y los señalamos como fascistas, estamos diciendo que, más allá de querer convertir a Puerto Rico en estado de Estados Unidos, esa casta promueve con entusiasmo la visión más retrógrada del capitalismo, se goza en el ejercicio de la represión más descarnada para alcanzar sus objetivos y es absolutamente insensible de las consecuencias de sus actos. Lo mismo dejan miles de trabajadores sin empleo que aprueban leyes para destruir el patrimonio natural; lo mismo tratan de imponer proyectos energéticos destructivos al ambiente y la vida que atentan contra la cultura y la lengua.

Más allá de la cuota de 800 dólares impuesta a los estudiantes de las UPR, lo que este grupo de fascistas busca es destruir la Universidad. ¿Por qué? Porque la Universidad de Puerto Rico es uno de los centros históricos más importantes de afirmación nacional, de desarrollo cultural y de resistencia social con que cuenta el Pueblo puertorriqueño. Porque para el fascismo el conocimiento crítico, la irreverencia juvenil y el cuestionamiento radical son peligrosos y, más que peligrosos, insoportables.

Su intención es domesticar la Universidad y a los universitarios; desmantelarla; venderla a pedazos; achicarla en su alcance social-nacional. Convertirla en un productor insignificante de técnicos amaestrados, que se dediquen sin chistar a reproducir la riqueza del gran capital.

Por eso la maltratan, por eso la golpean, por eso Fortuño se va a reunir con los fascistas del partido Republicano en busca de ideas destructoras del conocimiento superior; por eso la manosean, la ocupan y la violan. Por eso no le perdonan a estudiantes, docentes y trabajadores que opongan tan tenaz resistencia y menos al Pueblo que se una en defensa de esa querida y respetada institución.

La situación del Colegio de Abogados es similar en su fondo. El Colegio es una institución que se fundó hace 170 años. Posee un historial distinguido en defensa de los mejores intereses del Pueblo puertorriqueño. Es una de esas organizaciones que ha trascendido su condición de representante de un grupo, para transformarse en representante de los intereses de todo un pueblo. En más de un sentido todos y todas somos colegiados.
           
El primer zarpazo contra el Colegio fue la descolegiación compulsoria. Los fascistas quisieron rendirlo por hambre. La respuesta fue que miles de abogados se colegiaron voluntariamente, haciendo del Colegio una institución más libre y comprometida. Pero la maldad no tiene límites; y aparecieron unos abogados traicioneros que, en complicidad con la corte federal yanqui, han lanzado otra estocada perversa. Quieren borrar al Colegio de Abogados.

No exageramos si afirmamos que estamos en guerra. Más bien, que nos hacen la guerra y nos vemos obligados a defendernos. Es lo que estamos haciendo en la Universidad de Puerto Rico y en el Colegio de Abogados. También es lo que estamos haciendo en el Corredor del Noreste y ante la amenaza del tubo de la muerte y los incineradores de basura. (Eso quisieran ellos, reducir al País a la categoría de incinerador en el que se quemen todas las ideas, todas las aspiraciones, nuestra historia y nuestro ser nacional.)

No nos dejan otra opción que la resistencia tenaz, atrevida y valiente. Que lo sepan los fascistas, que aquí no se rinde nadie. Que somos muy conscientes del valor que tienen para esta sociedad la Universidad, el Colegio y nuestro territorio nacional. Que sabemos muy bien lo malos y perversos que son. Que vamos a utilizar todo cuanto tengamos a nuestro alcance para detenerlos y vencerlos.

Es lo menos que podemos hacer, si queremos sobrevivir, si queremos prevalecer, si creemos en el Puerto Rico del porvenir.