martes, 11 de enero de 2011

Discurso presentado en el acto de recordación por el 172 aniversario del natalicio de Eugenio María de Hostos

Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH)

Discurso presentado por Julio A. Muriente Pérez, Copresidente del MINH, en el acto de recordación por el
172 aniversario del natalicio de Eugenio María de Hostos
Centro Cultural de Mayagüez
10 de enero de 2011

Compañeras y Compañeros:
Queridos Compatriotas:

Parecería un ejercicio rutinario, llegar a Mayagüez cada once de enero—en este caso el día diez, por causas que impone el almanaque— a rendir homenaje al patriota Eugenio María de Hostos, nacido aquí el 11 de enero de 1839; hace ya ciento setenta y dos años.

O venir a recordar al querido compañero Juan Mari Brás, y a quienes, junto a él, fundaron el Movimiento Pro Independencia (MPI) el once de enero de 1959; hace ya cincuenta y dos años. Y consignar a su vez que diez días antes, el primero de enero de 1959, triunfó la Revolución Cubana, que acaba de cumplir cincuenta y dos años contra viento y marea, sin dejar de ser ni por un instante el principal aliado internacional de la lucha de independencia de Puerto Rico.

Fue precisamente el primero de enero de 1804—para que lo tengamos presente— que se proclamó la primera república en Nuestra América, correspondiéndole el honor al hermano pueblo haitiano, vencedor en el campo de batalla de los ejércitos republicanos e imperiales de Francia.

He dicho que nos corremos el riesgo de la rutina, de la repetición, de la mera formalidad.

Pero digo también que ese riesgo se disipa, cuando la convocatoria que nos ha traído hasta aquí esta tarde, de este diez de enero, no se conforma ni mucho menos con el ejercicio nostálgico, con el recuerdo triste del pasado, o con la evaluación fría y distante de quienes nos han precedido.

Aquí no venimos meramente a recordar a Hostos, a Mari Brás, al MPI, a la Revolución Cubana o al heroico pueblo de Haití. Éste no es un acto protocolar; este es un encuentro de luchadores y luchadoras que reafirman aquí una lucha más que centenaria por la independencia de Puerto Rico. Lucha de la cual son militantes distinguidos Eugenio María de Hostos, Juan Mari Brás y los cientos y miles de hombres y mujeres responsables de que hoy podamos afirmar la Nación puertorriqueña, sin titubeo, con orgullo y profundo patriotismo.

Venimos a rendir homenaje a quienes han dado la cara por el País en este año que ha finalizado y la siguen dando en el presente. A los miles de ciudadanos de las comunidades que con extraordinaria capacidad organizativa y con singular sensibilidad se organizan para luchar en favor del ambiente, para luchar por su tierra, por la salud y por la integridad territorial de nuestra Patria. A la gente del Caño de Martín Peña, de Villa del Sol, del Corredor del Noreste, de Adjuntas, de Utuado, de Toa Baja, de Arecibo… A quienes defienden nuestra tierra, nuestra atmósfera, nuestros cuerpos de agua, nuestros mares. A quienes combaten con ahínco los supertubos de la muerte, los incineradores que contaminan, los acaparadores de nuestras playas y nuestras tierras.

Venimos a rendir homenaje a nuestros jóvenes universitarios, a nuestros valientes muchachos y muchachas, que aseguran con su conciencia traducida en acción concreta la continuidad de esta lucha redentora y que precisamente mañana reanudan un proceso huelgario justo que merece todo nuestro apoyo activo. Nuestros jóvenes que no son, como dicen algunos, la esperanza del futuro. Que son la esperanza del presente.

Unos y otros, unas y otras, son hostosianos y hostosianas ejemplares. Hoy Eugenio María de Hostos está junto a ustedes, en la marcha y el piquete, en la huelga y en el enfrentamiento contra los salvajes de la Fuerza de Choque, en la asamblea, el análisis y el estudio de cada asunto que les hará más cultos y más libres.

Venimos a rendir tributo a la Madre Tierra, aposento, fuente de riqueza, escenario del desarrollo de nuestra sociedad, de nuestra historia; tierra emergida cargada de recursos innumerables y de belleza que tenemos que proteger y defender celosamente, porque es la única que tenemos, porque significa la vida y el porvenir; porque ha sido amenazada, maltratada y agredida desde siempre o desde casi siempre, porque es el lugar, el único lugar que poseemos para edificar el Puerto Rico del porvenir, para felicidad de nuestro Pueblo.

He dicho  que Hostos, Juan Mari Brás y la legión de patriotas son, no que fueron; que están, no que estuvieron.

Es que, la grandeza de esos grandes hombres y mujeres radica, justamente, en que nunca dejan de estar, siempre están presentes porque su vigencia, su pertinencia, es permanente e incluso se agranda con el pasar del tiempo.

Unos y otros son nuestros contemporáneos..!

La vida, la obra y el ejemplo de Eugenio María de Hostos a las alturas del inicio de la segunda década del siglo veintiuno, no sólo está vigente y es pertinente.

Su vida, su obra y su ejemplo son profunda y urgentemente necesarios en este momento de nuestra vida como Pueblo y Nación.

Entre tantos papeles y notas que se van acumulando, he encontrado unos apuntes de la Asamblea Extraordinaria que celebró el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), el 24 de agosto de 2008, en Toa Baja. Me he topado allí con un resumen de la intervención hecha por el compañero Juan Mari Brás; palabras sabias y premonitorias, expresiones de un hostosiano sin par, que nos conviene atender, como lección que debe orientar nuestros pasos.

Nos advertía Juan entonces que, “Estamos perdiendo la sensibilidad y el sentido de proporción sobre la situación del País”. Nos decía que “el País se va hundiendo, entre insultos y diatribas”; que “el debate político se ha reducido a pugnas electorales, que no van al fondo ni ofrecen soluciones”. Señalaba con profunda inquietud y preocupación, que todo esto es una “jugarreta letal”; una “cháchara politiquera que nos divide”. Aquel día, nos convocaba Juan a generar un “renacimiento” de la lucha social, de la cultura, del respeto y aprecio a los hombres y mujeres de este Pueblo.

Ese renacimiento de nuestra humanidad colectiva que reclamaba Juan Mari, a la vez preocupado y ansioso, resulta indispensable si es que queremos que haya Patria donde construir una Nación en el sentido pleno de la palabra, independiente y soberana, en el porvenir.

Ese renacimiento, para que pueda darse, requiere de hombres y mujeres comprometidos y comprometidas, tanto con la causa de la independencia nacional, como con los valores y principios que anidan en cada uno de nosotros y nosotras y en la inmensa mayoría de nuestros compatriotas

¿Tendremos acaso, nosotros y nosotras, la capacidad de forjar a esos hombres y mujeres del siglo veintiuno puertorriqueño, cuya tarea ha de ser liberar al País de la inmundicia, de la mediocridad, de la pobreza de espíritu, de la incultura, de la insensibilidad y la soberbia?

¿Están los arquitectos de ese renacimiento en las comunidades que valientemente enfrentan el intento de instalar el tubo de la muerte y otras agresiones, y a quienes dedicamos este acto?

¿Han de ser los queridos jóvenes a quienes también dedicamos esta actividad, los continuadores de este desigual y complejo proceso por hacer de Puerto Rico un mejor país y de nuestro Pueblo un mejor pueblo?

No respondamos de inmediato.

Reflexionemos, más bien, cómo han de ser ese hombre nuevo, esa mujer nueva, esos maestros de obra, forjadores del porvenir. Busquemos en derredor, modelos a seguir, vidas que nos iluminen, que nos orienten en esa dirección liberadora.

Detengámonos ante la figura de Eugenio María de Hostos. ¿Qué opinan sus continuadores, sus alumnos, sus biógrafos, sobre su vida, su obra y su ejemplo?

Unos y otros han descrito a Hostos de esta diversa manera:

Profeta; Hombre futuro; Hombre íntegro; refugio y amparo moral; doble culto de la libertad y la justicia; conciencia moral de la Patria; patriota en toda patria; apóstol de la educación; el más universal de los pensadores puertorriqueños, paradigma del decoro y patriotismo; uno de los forjadores de la conciencia americana; jurista, educador, moralista, demócrata; humanista impar; sabio; la voz más progresista de su tiempo; libertador; antillanista; abocado a la tarea de “formar hombres y mujeres en toda la excelsa plenitud de la naturaleza humana”; cuyo norte fue “enseñar a pensar, como camino para lograr la libertad superior sin la cual no es dable la realización consciente de otras libertades”; revolucionario. (…)

Ese es aquel de quien el gran poeta-patriota de Ciales ha dicho, en la Alabanza a la Torre de Ciales, lo siguiente:

Entre dos siglos, de pie, a ver alcanza
Más allá de las letras y las armas.
Nos mira ahora. Nos ve después. Nos ama
Y nos enseña y nos proclama
La verdad más redentora y exacta.

Ese es aquel que confesara alguna vez que, mi “…idea dominante, mi único amparo, mi fe, mi esperanza, mi amor, mi fortaleza (es) la idea de la gran patria del porvenir en toda América Latina, la religión de la patria americana y del deber”.

Y del deber.

La gran patria del porvenir de toda América Latina.

¿No sigue siendo esa nuestra gran aspiración, a las alturas del siglo veintiuno? ¿No soñamos acaso con el día en podamos unirnos en igualdad de derechos y deberes con los pueblos hermanos de América Latina y el Caribe que hoy encabezan una lucha sin par, en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, El Salvador, Uruguay, Brasil, Ecuador? 

¿No será acaso este hombre futuro, este Hostos nuestro, fuente que nos nutra en este momento de nuestra historia, en que los indecorosos intentan destruirlo todo; cuando se requiere  con urgencia una inmensa dosis de decoro, de honradez, de patriotismo, como el que Hostos nos ha brindado y nos sigue entregando hoy?

¿No es cierto acaso que si en algún momento de nuestra historia nacional han tenido vigencia y contemporaneidad la prédica hostosiana, es precisamente en este momento en el que los cruzados de la maldad y la intolerancia pretenden que el País se hunda en el insulto, en la diatriba, en la frivolidad y la cháchara politiquera que nos divide, que nos disminuye, como advertía el compañero Juan Mari Brás?

¿No es cierto acaso, que hoy están más presentes y son más necesarios que nunca, esos hombres y mujeres que nos han enseñado a pensar y a sentir por esta Patria; a quienes sobre todas las cosas les distinguió la sensibilidad humana y social, la pulcritud de sus vidas, el respeto y el amor, su decencia, su bondad y su nobleza, su ética elevada y sus principios inclaudicables?

¿No es cierto acaso que hoy están más presentes que nunca y que son más necesarios que nunca, en esas comunidades heroicas, junto a estos jóvenes maravillosos, Eugenio María de Hostos, junto a Ramón Emeterio Betances, Pedro Albizu Campos, Juan Mari Brás, Lolita Lebrón, Filiberto Ojeda Ríos y tantos otros extraordinarios compatriotas?

Preguntémonos: ¿Presentes y necesarios para qué?

Primero que todo, para garantizar la existencia y la jntegridad de la Nación puertorriqueña.

La existencia y la integridad.

Hemos dicho en reiteradas ocasiones, que el colonialismo constituye en su origen, una relación irreconciliable de naturaleza existencial. Es decir, la intención del colonizador no se limita a saquear las riquezas del territorio ocupado, o a explotar la fuerza de trabajo del pueblo colonizado, o a imponer su presencia militar. Va más allá. La potencia colonial pretende desconocer la existencia misma del pueblo dominado y lo reduce a cosa de la que puede disponer a su antojo.

El colonialismo, entonces, se fundamenta en el desprecio a la dignidad humana, en la falta de respeto y consideración, en el ninguneo colectivo de pueblos enteros. La intención es achicarlos, quebrar su autoestima, hacer que se sientan avergonzados, inferiores, incapaces; lograr que el dominado esté siempre a merced del dominador, que se sienta incapaz de levantarse sobre sus propios pies y que pueda caminar libremente.

Lo primero que un pueblo humillado por el colonialismo libera, es su dignidad y su decoro. Podrá pasar mucho tiempo antes de que logre liberar su tierra, su economía y sus riquezas. Podrá estar sometido a la ocupación militar por mucho tiempo. Podrá ser objeto de represión y abuso. Pero en el momento en que aflora en ese pueblo dominado, la voluntad de ser él mismo, diferenciado de todos y sometido por nadie; en el momento en que surge con fuerza la indignación por la humillación y el desprecio sufrido; en ese momento ese pueblo comienza a ser libre; irreversiblemente libre.

Ya lo decía el Gran Laborante, el Padre de la Patria Ramón Emeterio Betances, que querer ser libre es comenzar a serlo. Querer ser libre, que significa, además, la seguridad de que podemos serlo, de que tenemos el derecho a serlo; de que vamos a luchar y estamos luchando por serlo.

Esto lo afirmamos al mundo, justamente al conmemorarse el cincuenta aniversario de la Resolución 1514 (XV) de la ONU, conocida como la Carta Magna de la Descolonización; al concluir la Segunda Década por la descolonización proclamada por la ONU y cuando se anuncia la promulgación de una Tercera Década por la erradicación del colonialismo.

Estimados y estimadas compatriotas,

¿Por qué hemos insistido en esta tarde en consideraciones éticas y morales; por qué esa preocupación nuestra por la dignidad, por el decoro, por la moral y los sentimientos; por el renacimiento de nuestra Patria?

Hubiéramos podido concentrar nuestra atención, en los efectos concretos de la nefasta Ley 7; o en el desempleo galopante; en los cientos de miles de boricuas que han tenido que abandonar el País en la década pasada; en el intento de destrucción del Colegio de Abogados o la Universidad de Puerto Rico; en los casi mil ciudadanos asesinados en el año 2010 y la violencia desenfrenada que sufrimos; en los abusos cometidos por la Fuerza de Choque contra estudiantes y ciudadanos; en las tierras del Corredor del Noreste amenazadas nuevamente por los mal llamados desarrollistas; en los boricuas  que siguen muriendo en las guerras de Irak y Afganistán; en la ocupación policiaca de la Universidad; en la movilización de la guardia nacional para realizar operativos policiacos; en la progresiva federalización del País; en la toma del Tribunal Supremo los anexionistas; en la corrupción y la mediocridad enclavadas en el Gobierno; en la Legislatura plagada de vividores; en el intento de imponer el tubo de la muerte en perjuicio de la población y de nuestra geografía; en la manipulación de los planes de ordenamiento territorial para beneficio de unos pocos; en el afán destructivo de imponer el discurso del anexionismo en cada esquina del País; en el desmadre privatizador y la entrega de nuestro patrimonio a los grandes intereses foráneos; en el desastre existente en áreas tan neurálgicas como Salud y Educación; en el desplome de un modelo económico desgastado e inservible…

El catálogo del desgobierno es interminable…

Somos conscientes de que 2010 ha sido un año terrible. Un año en el que los enemigos de nuestro Pueblo han mostrado sus garras con maldad singular, con deseos inocultables de hacer daño; con la pretensión de que pueden disponer a su antojo del País, sus instituciones, sus valores, sus historia y cultura, y no dejar piedra sobre piedra, para desde la nada edificar la monstruosidad que han acariciado por tanto tiempo.

Si les llamo enemigos, es porque eso es lo que son para este Pueblo, enemigos.

Con cálculo y premeditación, el gobierno de Fortuño y el PNP ha ido golpeando al Pueblo y sus instituciones por todos los costados, simultáneamente, con la evidente intención de provocar una consternación general, con el propósito de abrumarnos y de inmovilizar al País, de neutralizar nuestra capacidad de lucha y resistencia. No ha sido otra cosa que la aplicación concertada de la llamada política de chock, dirigida a arrasar todo cuanto resulte amenazante a sus intereses, para luego imponer su voluntad impunemente.

Lo han estado haciendo durante los pasados dos años, con torpeza, con rabia, con mala voluntad, con odio. Con maldad. Porque, más allá de su condición de anexionistas, el gobierno Fortuño-PNP encarna la maldad, la perversión y la falta de escrúpulos. Por eso tampoco exageramos cuando les llamamos fascistas. Su maldad viene acompañada de arrogancia e intolerancia. También de mediocridad e incompetencia. Pero asimismo de una cierta inteligencia maligna, cargada de cinismo e insensibilidad.

Es la misma maldad que han aplicado una vez más las autoridades carcelarias estadounidenses contra el querido compañero Oscar López, cuya liberación ha sido negada a pesar de los casi treinta anos que ha estado en prisión por el delito de luchar por la independencia de su Patria.

Insisto: el análisis que hagamos sobre cada uno de los elementos que han caracterizado estos dos años insufribles, tiene que partir de la premisa de que quienes desde el gobierno quieren hacer pedazos a Puerto Rico son, primero que todo y sobre todo, gente mala, indecorosa, perversa, inescrupulosa.

Precisamente, por eso resulta tan importante que, para enfrentarles, nos nutramos del pensamiento hostosiano, fuente de bondad y compromiso patriótico, paradigma del Puerto Rico digno al que aspiramos.

Es desde la bondad y el decoro, desde la honestidad, la nobleza y la solidaridad humana, que iremos haciendo realidad el renacimiento al que nos convocara el compañero Juan Mari Brás.

Es desde la bondad, la solidaridad, el decoro y la dignidad que seguiremos tomando la calle, junto a los hermanos y hermanas de las comunidades, para impedir que se imponga la pesadilla del tubo de la muerte; que estaremos junto a nuestros jóvenes universitarios, fuente fascinante de transparencia y patriotismo, en la lucha por nuestra Universidad.

Con profundo espíritu hostosiano llevaremos el mensaje de independencia para Puerto Rico a los confines del planeta, a donde iremos a brindar y a recabar solidaridad. Como lo hicieron Hostos y Betances, como lo han hecho los luchadores de los siglos veinte y veintiuno. 

Es desde esa dimensión superior del desarrollo humano, amplio, diverso, genuinamente democrático y participativo, que durante el año que comienza daremos tantas batallas como tengamos que dar, en defensa de nuestra tierra y  de nuestros recursos naturales, en respaldo a nuestro pueblo trabajador, en apoyo a las instituciones que son trincheras de dignidad y patriotismo, como lo son el Colegio de Abogados, Casa Pueblo, Casa Aboy y el Ateneo Puertorriqueño, entre otras.

Siendo este 2011 año preelectoral, y estando ante nuestra consideración diversas propuestas independentistas, expresamos nuestra esperanza de que brillen la sensatez y el patriotismo, que nos permitan constituir una alternativa electoral unitaria, que contribuya al crecimiento y desarrollo del movimiento independentista en su conjunto. En un esfuerzo como ese, pueden contar con nosotros y nosotras.

Mientras tanto, hay que seguir organizando, y educando, y convocando, y sumando voluntades. Y luchando, y tomando la calle, y levantando banderas, y mostrando a cada paso nuestra voluntad de optimistas irremediables, de creyentes con vocación firme y recia en una Patria digna y decorosa.

Es precisamente con nuestra voluntad de lucha patriótica y nacional, con lo que no han contado los cruzados de la maldad, los fascistas que quisieran que al Pueblo no le quedara otra opción que la resignación y la conformidad.

Pero están equivocados.

Desde la Isla Nena hasta Cabo Rojo, desde Arecibo hasta Ponce, lo mismo en Utuado, que en Adjuntas, Toa Baja o San Juan, vamos a dar  batalla. Con perseverancia inagotable. Conscientes de que, en pleno siglo veintiuno, somos los continuadores de una lucha más que centenaria, nada menos que contra la potencia imperialista más poderosa y agresiva de la historia. Reconociendo las mil dificultades que debemos afrontar. Confiados en que, tarde o temprano, vamos a prevalecer.

En esta hora de nuestra historia, no hay espacio para la resignación. No hay espacio para la indiferencia o el conformismo. No hay espacio para la frustración.

Es la hora del renacimiento de la defensa de nuestra Patria. Es la hora de la reafirmación  de nuestros principios y convicciones. Es la hora de la alegría y de la lucha. Aquí no hay brechas generacionales ni envejecimiento del espíritu. Aquí hay un Pueblo de todas las edades con un mismo propósito, con un mismo norte: la independencia de Puerto Rico, la justicia social, la dignidad, el decoro.

Porque somos hijos e hijas de Agüeybaná, de Hostos, de Betances, de Mari Brás, de Albizu, de Filiberto, de Lolita. Porque hemos derrotado al dios del miedo; porque no le tememos a los fascistas. Porque creemos que otro Puerto Rico es posible, y lo iremos edificando palmo a palmo. Porque creemos que la felicidad es la lucha, que la vida es lucha toda. Lo demás, lo demás es la victoria.

¡Queridos compañeros y compañeras, más temprano que tarde, vamos a vencer!

Este estado de ánimo, de renacimiento, de confianza, de optimismo y disposición a continuar enfrentando a los enemigos de la Patria, es el homenaje más digno que podemos ofrecer a Eugenio María de Hostos, a ciento setenta y dos años de su nacimiento. Con la inmensa alegría de que le tenemos, de que nos nutrimos de su vida, de su obra y de su ejemplo. Con la seguridad de que somos invencibles.

¡Gloria eterna al Maestro Eugenio María de Hostos!
¡Vivan nuestras comunidades en lucha!
¡Vivan nuestros estudiantes y la juventud puertorriqueña!
¡Gloria eterna a nuestros héroes y mártires!
¡Gloria a nuestra Madre Tierra, fuente de vida, asidero de la Nación!
¡Viva Puerto Rico libre!   
      

1 comentario:

  1. Ante el azote del huracán colonial que destruye a mi isla, no me queda de otra que refugiarme en el blog Palabra Comprometida para buscar baterías, comer salchichas con galletas "export sodas" y salir a luchar luego.

    Refugio moral, refugio patriota...

    Un abrazo al prof. J. Muriente

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